Las investigaciones realizadas sobre la manufactura del papel amate corresponde al Clásico. La existencia de machacadores de piedra que datan del 500 al 600 d. C y que han sido encontrados en varios sitios arqueológicos del país lo confirman. Esas piedras eran, y son la principal herramienta con la que el artesano manufacturaban las hojas de papel. El amate fue utilizado para la elaboración de números documentos o códices. La destrucción generalizada de documentos al principio de la Colonia, el descuido y el abandono de otros, aunados a la inevitable acción del tiempo, han sido los principales causantes de las perdidas irreparables de estas reliquias.
Los primeros datos que se tienen acerca del papel se advierten en los escritos de algunos cronistas del siglo XVI, tales como Mártir de Anglería, fray Diego de Landa, Bernal Díaz del Castillo y fray Bernardino de Sahagún, autores que hablan de papeles manufacturados con diversas fibras vegetales como el maguey, la palma y el amate. Se sabe que las fibras vegetales utilizadas en la elaboración del amate provienen de las cortezas internas de diferentes géneros y especies de árboles del genero Ficus y Morus, los cuales pertenecen a la familia de moráceas.
Francisco Hernández, protomédico del rey Felipe II, fue el único que dejó alguna información acerca de la fabricación del papel amate. Según él, los hacedores del papel cortaban únicamente las ramas gruesas de los árboles, dejando los renuevos. En seguida se dejaban reblandecer las ramas en los ríos o arroyos cercanos durante una noche. Al día siguiente, se arrancaba la corteza de la rama y se separaban la corteza externa de la interna para guardar únicamente está última. Una vez limpia la corteza, se extendían los segmentos de fibras sobre una superficie plana y se golpeaban las fibras con un machacador de piedra estriado hasta obtener una hoja. Posteriormente, se golpeaban de nuevo con otra piedra sin estrías para dejar liso el papel.
En la actualidad, los fabricantes de papel de San Pablito compran sus fibras al jonotero, que por lo general es una persona ajena a los habitantes del pueblo. El jonotero se traslada por diferentes puntos de la sierra para recolectar las cortezas. En el lugar arranca la corteza del árbol y separa después la interna de la externa, para que posteriormente formar bultos; después lleva a vender su mercancía a los artesanos. En lugar de reblandecer la fibra del río, los artesanos ponen a cocer el monote en grandes cazos. Las labores empiezan con la preparación del agua de cocción, a la que agregan cierta cantidad de ceniza y cal, lo cual ayuda a reblandecer la fibra y eliminar ciertas sustancias. El tiempo de cocción puede ir de tres a seis horas, dependiendo del tipo de fibra; durante esta cocción se mueven constantemente las fibras para controlar su cocimiento. Una vez cocidas, se enjuagan y se dejan reposar en recipientes con agua.
Con esto se comienza a la elaboración de la hoja de papel. El artesano deposita haces de fibras sobre una tabla de madera, formando lineas paralelas y cuidando que las fibras se distribuyan por igual en todas partes. Se disponen después otras en sentido perpendicular a las primeras para formar una especie de cuadrícula. Con el machacador de piedra, dan pequeños golpes regulares sobre las fibras hasta entrelazarlas y así formar la hoja de papel. la calidad de la hoja depende del tiempo de cocción de la fibra, pero también de la destreza y cuidado del artesano. Al final, dobla los bordes de la hoja hacia el interior con el fin de reforzar las orillas de papel. Para terminar el trabajo, deja secar la hoja al sol. Cabe mencionar que en las diversas actividades de elaboración de papel amate participan todos los miembros de la familia.
El papel amate se fabrica casi exclusivamente con fines comerciales, en contraste con su elaboración de la época prehispánica y hasta los años sesenta. Los artesanos distribuyen una gran cantidad de papel, lo cual ha permitido una diversidad de manifestaciones artísticas tanto en el arte contemporáneo como en nuestras expresiones populares, particularmente en Guerrero, donde algunas comunidades naguas, como la de Xalitla, adoptaron el amate desde hace décadas como soporte para sus pinturas.